Cuando ya se han plantado todas las semillas...
solo queda recoger la cosecha de quien eres.

miércoles, 20 de abril de 2016

Salud Mental


Obra de Juan A. Caamaño, pintor portuense titulada "La Alameda y el mar",  Cádiz.




Acompañando a alguien esa mañana, pudo ser testigo de unos hechos que acontecieron en la oficina de administración y petición de citas del Centro de Salud Mental, de no importa qué lugar...


Las voces subían rápidamente de tono, y se levantó de su silla de la sala de espera, como tantas otras personas que concurrían por ahí. Una señora de cierta edad dictaba a su hija,  menor de edad sin duda, para rellenar un formulario de reclamaciones, al tiempo que la funcionaria de bata blanca se retiraba a su puesto con cara de circunstancia. 


_ Además de no tratarme con el debido respeto y consideración,  me han hecho perder toda la mañana para ir de un sitio a otro, sin atenderme hoy, que es para lo que venía _ decía mientras se retiraba el pelo de la cara y miraba fijamente si su hija escribía todo cuanto argumentaba.Junto a ellas, había otra mujer esperando a ser atendida. Miraba con descaro a madre e hija e interrumpió el dictado:


_ ¿Está segura de lo que está haciendo? ¿No cree que pueda arrepentirse después de presentar la reclamación?_ hablaba despacio_  Pueden fallar los sistemas, quienes los manejan... detrás de este mostrador hay seres humanos, con vidas como la suya, la mía... o peor incluso... ¿qué sabemos?


_ Yo sí lo entiendo, pero mi madre no tanto... está tan deprimida... ¿sabe?_ se lamentaba la joven. Había mucha tristeza en sus ojos...


_ Todos cuantos estamos aquí sufrimos por algo que se escapa a nuestro control. Pero añadir remordimiento por actuar sin pensar,  no nos hace bien... Es más, nos perjudica. ¿Para qué venimos aquí?  ¿Para que TODO lo hagan ELLOS?  En tal caso... cabe suponer que estarán estresados, cansados, e impacientes por irse a sus casas...  Si venimos aquí a pedir ayuda... ¿no sería más humano ayudarles en lo que podamos y tolerar un poco más, para que ellos nos toleren a nosotros, sus pacientes?


La niña miró a su madre, implorando...


_ Puede que tenga razón... aunque no me gusta nada que se metan en mi vida privada... ¿quién cree que es usted? _ interrogó la señora con las cejas fruncidas.


_ Alguien que supo retirar a tiempo una reclamación... porque un señor descarado, como yo ahora, me invitó a reflexionar... Y que espera a que usted se decida, porque también necesito pedir cita...


La señora quitó el papel a su hija suspirando y los hizo trizas...


Inmediatamente la chica de bata blanca se acercó al mostrador:


_ Me comprometo personalmente a solucionar este embrollo...